jueves, 19 de enero de 2017

Su sonrisa es mi combustible, su risa mi motor

  

     Hay una manita pequeña y regordeta que impulsa mi vida desde hace unos meses. Es una manita que apenas logra sostenerse por ella misma y que, sin embargo, sujeta con tal fuerza mi existencia que a veces me resulta imposible imaginar que ha sido mi vida sin ella.

     Me gusta recostarme y sentirla en mi cara, en mi pecho, en mi alma. Y disfrutar de su calor y de ese olor que desprende tan reconfortante. Esa manita pertenece a la persona más importante de mi vida, por la que me siento capaz de todo y por la que los problemas mundanos han desaparecido. Hugo.

     Ahora más que nunca tengo la mente clara, despierta, y al mismo tiempo llena de interrogantes. El futuro sigue siendo incierto, como antes, pero ahora está lleno de una ilusión incontestable que supera cualquier miedo a esta vida desconocida que ahora vivo.

     En estos meses junto a Hugo he encontrado paz, una paz que nada tiene que ver con la contemplación o el sosiego; es una paz distinta, es esa paz en el alma que te da saber cuál es tu camino en la vida. Es una paz que sin embargo me mueve, me activa y que me empuja a ser mejor persona cada día.

     Y es que cuando sujeto esa manita y la ayudo a levantarse, a dar sus primeros pasos en esta vida, veo que me quedan tantas cosas que enseñar y de las que ser ejemplo, que dudo de todo lo que he hecho y todo lo que he sido hasta ahora. Espero estar a la altura y no defraudarme en este nuevo papel que ejerzo.

     Pero cualquier duda se convierte en certeza cuando me sonríe, entorna sus ojos y me charla en el idioma más claro que jamás he escuchado. Me dice que todo está bien, que es feliz y que en su corta vida no puede pedir más, sólo mi amor incondicional. Y lo tiene.

     Espero que Hugo siga toda su vida con esa sonrisa que me traspasa el alma, me la gira y me la devuelve reparada de cualquier daño. Su sonrisa es mi combustible y su risa mi motor. No hay día malo si al llegar a casa encuentro a ese pequeño personaje mirándome con sus ojillos entornados y su sonrisa seductora. Todo se repara, si encuentro unos brazos tendidos. Todo se embellece, si escucho una carcajada suya.

lunes, 9 de mayo de 2016

Esperando a Hugo

La espera más dulce. Más tierna. La más larga. La única.

Espero a Hugo como la quinceañera que espera al chico guapo de clase, al que invitó a su fiesta de cumpleaños rendida de amor. Y se pasa toda la fiesta mirando hacia la puerta por si aparece de una vez. Ha habido momentos en los que la esperanza de que llegara se esfumaba con cada portazo. La noche ha sido larga, demasiada, tanto como para perder la esperanza. Pero el destino es caprichoso y juega a su antojo. Así, que a eso del final de la velada, cuando la joven había dejado de mirar a la puerta en cada timbrazo, le llega una noticia que lo cambia todo.

Le anuncian que sí, que Hugo vendrá, que de hecho está de camino. Y como para esa quinceañera, cada portazo en falso dado en el camino hasta ese momento me vale la pena, porque solo queda que la puerta se abra por última vez y sea él. Hugo. Que aparezca por fin y de un plumazo cambie el horizonte de mi vida sin él tan siquiera saberlo. Como el chico guapo, que nunca será consciente del amor que esa chica le profesa en cada mirada, en cada gesto, en cada palabra, en cada silencio. Y es que como ese primer amor, sólo está éste. Incondicional, infatigable, perpetuo.


La impaciencia de ver convertido en realidad un sueño se hace palpable en el corazón de la quinceañera, en el mío, y resulta complicado gestionar ya las emociones. La ilusión, el miedo, el amor, la inquietud se entremezclan en un polvorín en el que cada minuto cuenta para ver nacer un sentimiento nuevo.

El final de la velada está muy cerca y la dulce, tierna y larga espera  habrá merecido sin duda la pena.

Estoy tan agradecida a la vida por darme esta oportunidad, que no tengo palabras para expresar lo que siento en estos momentos. Llevo un año en el que la existencia de mi ser en este mundo parece haber sido tocada con una varita mágica y la vida me está regalando tantos sueños cumplidos juntos que a veces el miedo a despertar me paraliza.  

Me imagino que a la quinceañera le ocurre lo mismo en su fiesta ahora mismo, que a todos nos pasa algo parecido cuando estamos a punto de rozar nuestro sueño con los dedos, creo que lo llaman miedo al éxito, no sé; sólo sé que en esta recta final la ilusión, el amor y las ganas de abrazar a Hugo le ganan la partida al resto de sentimientos que he acumulado a lo largo de estos nueve meses.

No cabe el miedo, no cabe un despertar, este sueño es real. No cabe nada en mi corazón que no sea amor eterno, incondicional e infatigable hacia una personita que está por llegar, que lo ha estado desde hace tanto tiempo que ahora, que es una realidad en proceso tangible, sólo merece ser recibido con la mejor de mis sonrisas y con un corazón colmado de ilusiones y felicidad.

Ya solo queda abrazarte, que nuestra piel se toque por fuera y vivamos juntos una vida de sueños cumplidos, sobre todo los tuyos, porque yo a la vida poco más puedo pedirle que tu felicidad.

Te quiero, Hugo.


PD: Ven ya, ¿no? 

jueves, 31 de julio de 2014

A veces...Gaza


A veces es mejor no pensar. Dejarse llevar por el devenir de los acontecimientos diarios sin pararse a reflexionar hacia dónde nos están llevando.

"Todo llega, y lo más importante nunca se remedia", nos decimos.

A veces "es mejor hacerse el muerto en el mar que nadar contra corriente", y así, mirando al cielo, con la brisa dándonos en la cara, esperamos el momento adecuado para zambullirnos hasta al fondo y agarrar con fuerza aquello que nos haga salir a flote, nos autoconvencemos.

A veces sufrimos por nosotros mismos y otras por los demás. Por aquellos que nos rodean y se empeñan en sufrir. Por aquellos que no podemos ayudar o no se dejan. 

A veces nos sentimos presos de nosotros mismos, de nuestras circunstancias y decisiones, y otras veces nos vemos atrapados en situaciones que nos tocan, nos ahogan, nos matan incluso el alma, pero a las que debemos ser ajenos, nos replicamos una vez más.

A veces nos despertamos y nos damos cuenta que debemos quedarnos ahí, en ese segundo plano egoísta que nos ayuda a olvidarnos del mundo que nos rodea y a seguir así, sin pensar, sin sufrir, sin padecer.



A veces nos gustaría gritar y sólo alcanzamos a gesticular el sonido, pero la mayoría de las veces no queremos saber nada. Ni hoy ni mañana y quizás tampoco queramos saberlo nunca. Nos sentimos atados de pies y manos, nos volvemos a repetir, y no queremos sentirnos culpables de nuestra inactividad. Cerramos los ojos y, aunque la brisa del Levante nos está azotando la cara queriendo despertarnos, seguimos ahí, en el mar, haciéndonos los muertos.


¿Nos despertarnos? ¿O continuamos mirando muertos?
#PAZ #Gaza

sábado, 5 de abril de 2014

Adiós

Me gusta escribir de lo que he vivido, de lo que he rumiado y de lo que queda después en mi estómago. A veces son sólo las vísceras y la hiel, y otras la esperanza y el sosiego.

La música inunda mi corazón hoy y le da alas a mis manos para verter lo tragado casi sin masticar. Suena una melodía cualquiera al piano, bendito instrumento...fiel amigo que me ayuda a centrar mis pensamientos, a digerir mis sentimientos y a escribir de aquello que creo haber rumiado...

Hoy hace un día espléndido, es un día primaveral exquisito, de esos que apetece pasar en la calle con la rebequita cerca por si refresca; pero estoy en casa, con las ventanas abiertas, dejando sonar la música y mirando al horizonte que me da mi piso en una primera planta.
Bajo algo el estor de la habitación que me sirve hoy de urna, necesito intimidad, y me dejo llevar por unos violines que me envuelven y me transportan a unos recuerdos tiernos, aún frescos.

Bendita terapia...

He perdido tanto sin apenas dejarlo sentir...
He querido tanto sin apenas decirlo...

Que ahora, que parece que todo está rumiado, estas líneas me parecen cortas, insuficientes y torpes para expresar lo sentido y callado, lo amado y perdido.

Seguiré buscando el lado positivo de las cosas y mantendré la esperanza que nos da la vida, la que seguiré viviendo intensamente, pero hoy sólo quiero recordar, sentir y ....

Cuesta tanto decir adiós.

Adiós, abuelo.
Adiós, mi cielo.
Adiós.




viernes, 16 de agosto de 2013

Destino... vacaciones

Las vacaciones son un momento ideal para reencontrarnos... con los amigos, con la familia y con las viejas maletas que, llenas de recuerdos de viajes anteriores, nos incitan a sumergirnos de nuevo en la red para buscar la mejor oferta online, cosa que nos desquicia, nos vuelve locos y nos deja mil dudas, al menos a mí.


Y es que cuando clico en "reservar" siempre me queda la duda de si estoy contratando un viaje de ensueño o una futura tortura. Llámenme cateta, que lo puedo ser en este sentido (a mí me gusta más considerarme prudente y precavida, en exceso quizás), pero cada vez que arrojo por la red cientos de euros para contratar las vacaciones no estoy tranquila hasta que no vuelvo y piso tierra firme, sobre todo si viajo con Ryanair, pero ése es otro tema.

Este año he ido a Estocolmo, como ya les digo, "a la aventura"; tanto, que el hotel al que iba no tenía ni recepcionista. Saludos y despedidas en sueco que me he ahorrado gracias al sistema de códigos y autocheck-in, cierto es, pero no se crean que no iba yo temerosa de Dios, aún siendo atea. Y es que, aunque sea en otro idioma, siempre gusta tener a alguien si la cosa se tuerce para poder chapurrearle espanglish o, en caso de falta de entendimiento total, como suele ser mi caso usar la mímica, depurada con los años gracias a jugar cada Navidad a Adivinar películas. A eso no me gana nadie.


 El caso es que lo hago todo por Internet porque es más barato y porque la falta de tiempo para acercarme a la agencia de viajes supera el canguelo que me produce la transacción económica. Si mi amiga Marta lee esto dirá que soy gilipollas, que por qué no recurro a ella, que es agente comercial en una agencia de viajes, y razón no le faltaría, que para eso están los amigos, pero ya les digo que al final lo que prima sobre todo lo demás es la guita.

Los más clásicos en esta materia, llegado el periodo estival, vuelven a su agencia de viajes de cabecera (si es que aún sigue abierta) y saludan a Carlos, su agente de viajes de las pasadas vacaciones que tan bien les asesoró. ¡Ah, no!, que ya no está, este verano saludan a Patri, la becaria de turno que lo sustituye, cosas de la crisis, y de los internautas, para que negarlo. Ahora mismo estoy entonando el mea culpa, no les digo más. Mil perdones para los cientos de agentes de viajes, el primero para mi amiga, por mi falta de compromiso con su trabajo.

Y es que, como leí en un tuit de Alberto Almansa hace nada, "nos están acostumbrando al paro tipo IKEA". Vamos a McDonald's o BurgerKing (por citar algunos), hacemos cola y recogemos nuestra mesa porque somos civilizados, cosmopolitas y nos gusta todo sistema extranjero de organización. Perdonen, pero NO, lo que somos es gilipollas, porque con nuestro civilizado ejemplo urbanita de dejar la mesa limpia para el siguiente le ahorramos al magnate de turno el sueldo del chic@ español (o no) que la iba a recoger, al hacer cola para pedir la comida hacemos lo mismo con el camarer@ y como éste decenas de ejemplos, que los empresarios españoles tampoco son tontos y copian este sistema a la misma velocidad que asciende el paro. O, ¿es que no lo ven?

Pero bueno, yo me iba de viaje, no a cambiar el mundo. 

Estocolmo es muy bonito, todos muy altos, muy rubios, muy cosmopolitas... pero todo muy caro, para mí al menos, que sólo me he dedicado a pasear, comer y beber (ser cultureta o como dice mi cuñada "sesudo" creo que está sobrevalorado, sobre todo a 100 sek la visita más tonta); luego parece que en Suecia tienen una magnífica política en vivienda y en educación, pero eso no lo he disfrutado, claro. Y supongo que era caro para una currante española, que para los suecos... los bares y restaurantes estaban llenos, no les digo más. Y borrachos, los que quieran. Bueno, tampoco era para tanto, había muchos... bueno, bastantes..., está bien, algunos, que por lo visto la tasa de alcohólicos ha descendido bastante en las últimas décadas (para una tara que tenían...). 

Y ¡qué bien viven en Suecia!, le decía el otro día a una amiga , ¡y cómo no, continué, si son los creadores del modelo IKEA! Está claro que les ha servido y de mucho exportar el sistema de laberinto ratonero para las tiendas, los muebles tipo kit y el autoservicio.

Pero voy a lo que voy... a las vacaciones. Qué bonito es viajar y ver lo bien que viven en otros sitios, el fresquito que les hace en pleno agosto, las islas (en lugar de parcelas) que disfrutan, los veleros y buenos coches que tienen  (sólo al alcance de los escayolistas españoles en pleno boom inmobiliario). Qué bonito es viajar... 

Pero más bonito es volver, y reencontrarte con tu calor asfixiante, que habías olvidado ya; con tu hipotecón, que revisas y comparas con los alquileres estatales de Estocolmo; con tu síndrome postvacacional, que nadie entiende; con tu pareja, que al regresar de los días de asueto parece que le ocurre lo mismo que a la carroza de Cenicienta al dar las doce (sobre esto ahondaré en otro post, no se me inquieten); pero sobre todo es bonito volver por esa rutina diaria establecida en cada hogar y qué tanta seguridad nos da. Esa rutina, que organizada al milímetro para poder encajar todas las piezas posibles, te deja tiempo para ir el trabajo, a la compra, para atender a los niños, a la pareja, al sexo, a la propia familia y a la política, para salir con tus amigos, con los de tu pareja, con los de tus hijos y sus papás... esa rutina, ya saben.

Y es que aunque al volver de las vacaciones siempre digo "hogar dulce hogar", y es de verdad, lo siento así (ya les digo que el "ir a la aventura" me acojona un poco); pasadas 24 horas..., ¡qué de anhelos me dejan los viajes! Siempre digo:  "Me voy a ir a vivir fuera de España, total...", y acto seguido: "Tengo que aprender inglés", y así todos los años. Como cuando cruzamos el umbral del año nuevo, ya saben, todos dejaremos de fumar, haremos dieta e iremos al gimnasio el mismo día 1, bueno el 1 no, que es festivo...el 2, tampoco, que cae en sábado este año...

Decirles que el viaje ha ido estupendamente, incluso con Ryanair. La experiencia de no tener recepcionista... magnífica, igual que la de recoger la mesa en Burguer King. 



jueves, 15 de agosto de 2013

Nunca más, bueno casi nunca...

Estoy revisando las entradas de mi blog y de verdad, qué melancólica me pongo a veces! Está claro que reaccionamos siempre de una manera más profunda ante hechos que nos hieren, pero ya está bien, que me voy a encasillar :-)


viernes, 28 de junio de 2013

Hojarascas

A veces el destino es caprichoso e insolente y nos vuelve la cara cuando intentamos sonreírle, como una veinteañera orgullosa conocedora de su poder hipnótico. A veces parece empeñado en no darnos tregua, y por mucho que nos empeñemos no encontramos en el paso del tiempo la respuesta que buscamos. 

Llevo tanto tiempo sin dedicarle aquí unas líneas a mi destino que pensé que hoy, tras un año sin hacerlo, podría escribir algo que no estuviera impregnado de una tintura de nostalgia, de deseos no cumplidos o de sueños deshechos. 

Pensé que sería posible, pero con un año más cumplido, vuelvo a estas líneas a desahogarme. A desahogarme porque uno de mis sueños parece que ha dejado de ser una quimera para convertirse en una realidad tangible y en suma dolorosa. Mis ilusiones ya no tienen cabida ni tan siquiera en mi imaginación, en la que en todo este tiempo han podido jugar libremente, haciéndome creer que todo es posible. 

Sin embargo, hoy no escribo para lamerme mis heridas. Hoy abro la mente, la ordeno y me doy cuenta que a veces las cosas simplemente no son posible, al menos en tiempo presente; que a veces el destino es caprichoso e insolente y no da tregua; que esa veinteañera estirada parte de nuestra vida sin ni siquiera escuchar lo que tenemos que decirle, que ofrecerle; se marcha sin mirar atrás, sin miedo, sin remordimientos, se aleja poco a poco y ahora sólo nos queda dejar se ausente por completo en nuestros corazones, volvernos con dignidad, levantar la cabeza y mirar al frente para volver a descubrir cómo la vida sigue sin ella.

No nos queda la pesadumbre del que no lo ha intentado, ni del que se rinde; peleamos duramente a lo largo de las batallas, haciendo todo lo que estaba a nuestros alcance y ahora es tiempo de reconocer que la guerra ha terminado, que es necesario descansar, tomar distancia y olvidar a esa veinteañera caprichosa. Es tiempo de quitarnos las ataduras que nos unían a ella a través de quimeras y de sueños por ahora imposibles, y comenzar a caminar sin miedo a la pérdida, mirando al destino cara a cara y descubriendo que la vida, a pesar de todo, tiene tanto que ofrecernos que no merece la pena gastar ni un sólo día lamentando la pérdida de aquello que nunca tuvimos.


Es tiempo de recoger las hojarascas, de plantar nuevas flores en el jardín y esperar a que crezcan. Ya llegarán otras primaveras que nos devolverán estas ilusiones ahora perdidas, o veranos que nos descubran otras metas, tengo claro que el camino será largo y habrá otros otoños e inviernos, pero nunca serán lo suficientemente grises y fríos para no descubrir en el paisaje algo que merezca la pena.

Por eso hoy también escribo para señalar que, a pesar de todo lo vivido este año, el balance puede ser positivo si uno lo quiere así. Y yo lo quiero. Dejemos de centrarnos siempre en lo malo que nos sucede y divulguemos lo bueno. He vivido experiencias inolvidables en estos últimos 12 meses. Experiencias que llevo en el corazón y que me han enseñando cómo la vida depende sólo de cómo nos la tomemos, de nuestra actitud. No podemos elegir las cartas que nos tocan en el reparto que hace la vida cada día, pero sí cómo jugarlas. Y yo decidí hace mucho tiempo que jugaría todas las manos, sin renunciar a ninguna, sin dejarme llevar por faroles o por la falta de posibilidades, con la certeza de que a pesar de las posibles pérdidas que tuviera en el camino siempre, siempre, iba a merecer la pena jugar cualquier mano que me diera la vida. Cada día iniciamos mil partidas en todo aquello que emprendemos, disfrutemos del juego.