Hay
una manita pequeña y regordeta que impulsa mi vida desde hace unos
meses. Es una manita que apenas logra sostenerse por ella misma y
que, sin embargo, sujeta con tal fuerza mi existencia que a veces me
resulta imposible imaginar que ha sido mi vida sin ella.
Me
gusta recostarme y sentirla en mi cara, en mi pecho, en mi alma. Y
disfrutar de su calor y de ese olor que desprende tan reconfortante.
Esa manita pertenece a la persona más importante de mi vida, por la
que me siento capaz de todo y por la que los problemas mundanos han
desaparecido. Hugo.
Ahora
más que nunca tengo la mente clara, despierta, y al mismo tiempo
llena de interrogantes. El futuro sigue siendo incierto, como antes,
pero ahora está lleno de una ilusión incontestable que supera
cualquier miedo a esta vida desconocida que ahora vivo.
En
estos meses junto a Hugo he encontrado paz, una paz que nada tiene
que ver con la contemplación o el sosiego; es una paz distinta, es
esa paz en el alma que te da saber cuál es tu camino en la vida. Es
una paz que sin embargo me mueve, me activa y que me empuja a ser
mejor persona cada día.
Y
es que cuando sujeto esa manita y la ayudo a levantarse, a dar sus
primeros pasos en esta vida, veo que me quedan tantas cosas que
enseñar y de las que ser ejemplo, que dudo de todo lo que he hecho y
todo lo que he sido hasta ahora. Espero estar a la altura y no
defraudarme en este nuevo papel que ejerzo.
Pero
cualquier duda se convierte en certeza cuando me sonríe, entorna sus
ojos y me charla en el idioma más claro que jamás he escuchado. Me
dice que todo está bien, que es feliz y que en su corta vida no
puede pedir más, sólo mi amor incondicional. Y lo tiene.
Espero
que Hugo siga toda su vida con esa sonrisa que me traspasa el alma,
me la gira y me la devuelve reparada de cualquier daño. Su sonrisa
es mi combustible y su risa mi motor. No hay día malo si al llegar a
casa encuentro a ese pequeño personaje mirándome con sus ojillos
entornados y su sonrisa seductora. Todo se repara, si encuentro unos
brazos tendidos. Todo se embellece, si escucho una carcajada suya.