lunes, 20 de diciembre de 2010

Instantes después

Hay circunstancias en la vida que te ponen a prueba y descubres en tí emociones, valores y energías desconocidas hasta ese momento. Desde hace unos meses, vivo diversas situaciones que me recuerdan que al nacer te reparten unas cartas y que depende de tu inteligencia, creo que emocional más que intelectual, el ir cambiándolas en cada mano para lograr acercarte, al final de la partida, al póker de ases. Depende de nosotros saber jugarlas de la mejor manera e intentar que los faroles que nos tiremos a lo largo de nuestra vida sean los mínimos. La confianza de que la siguiente será una buena mano es lo que nos ayuda a vestir de optimismo cada momento delicado que vivimos, el cual se convierte, desde ese instante, en el punto de inflexión desde el que saltamos hacia adelante, hacia el futuro.
Ahora estoy en pleno salto, volando, con la mirada fija en el centro de la diana en la que debo aterrizar. No sé si el vuelo será largo o corto, sólo deseo no marearme mientras surque el cielo. No le tengo miedo a las alturas ni al aterrizaje, sé que será bueno. Y es que si hay algo que tengo claro es que el 2011 nos traerá a todos cosas buenas. No podemos ir a peor, no? Fuera de bromas, dicen que las mujeres tenemos un sexto sentido, yo lo afirmo, al menos yo sí que "presiento" cosas, por decirlo de alguna manera. No sé si serán deseos disfrazados de premoniciones o no, pero sea como fuere el año que entra será mi año. Ya lo veréis!!!! Lo he visto y me gusta. Las rodilleras las tengo preparadas para el aterrizaje, por si acaso, pero creo que será sufuciente con el optimismo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

El optimismo por bandera

Es complicado no sentirse en algún momento fracasad@, derrotad@ o agotad@ por el devenir de  acontecimientos que diariamente invaden nuestras vidas, pero, como al mal tiempo, hay que plantarle buena cara  a esos inconvenientes. Entre otras cosas porque si hacemos frente a eso que nos puede, que nos agota, que nos derrota y nos hace sufrir de algún modo nos ahorramos tener que tomarnos un almax cada dos por tres y el doble trabajo que supone mosquearse para después desmosquearse. 
Cuando nos enfadamos por algo hay que saber reaccionar y cambiar el chip que nos lleva a malhumorarnos, porque perdemos el tiempo si nos enfrascamos en ese círculo vicioso que hace que tras el cabreo tengamos que descabrearnos porque, al fin al cabo, no se puede estar toda la vida enfadado con alguien o con la propia vida por algo, aunque algunos lo consiguen y parece que están todo el día oliendo a cagajones.  A estos te los encuentras en la calle, en el trabajo, en el transporte público, en el supermercado... y hacen la vida insoportable a todos los que tienen alrededor. Basta ya! 
Por eso, propongo para esta Navidad, época de amor y concordia, que intentemos sonreír un poquito cada día, que demos lo mejor de nosotros para recibir lo mismo de los que nos rodean, que cenemos Albran si lo creéis oportuno, pero sobre todo que intentemos mirar el vaso medio lleno de cara a 2011. La crisis, la lluvia y el euribor ya se encargarán de ponernos a prueba.
Creo que mirar las cosas que nos ocurren, la vida en general, con un cristal distinto, más amable, más optimista, ayuda a sentirnos mejor, a encontrar en lo bueno lo excepcional, en lo regular lo bueno y en lo malo lo regular. De otro modo, el árbol jamás nos dejará ver el bosque.
Con esta actitud nueva dejaremos de llorar por no ver el sol y, al final, avistaremos las estrellas o esa ventana que se abre tras cerrarse la puerta.  Y creeremos que el futuro, que se fabrica segundo a segundo, puede ser mejor que el presente, que se diluye en el pasado, también instante a instante.
Felices Fiestas a todos!!! 

P.D. No soy creyente, pero considero que debe haber al menos un momento en el año en el que  nos detengamos a reflexionar sobre nosotros mismos, nuestros seres queridos, nuestro entorno e intentemos ser mejores personas, mejores padres, madres, hij@s, herman@s... mejores amig@s y, sobre todo, logremos ser mejores amantes de la vida. De este modo seremos más felices y contribuiremos a la felicidad del resto.

domingo, 17 de octubre de 2010

Cuando dejé de ser periodista

Hay pocas vocaciones que se echen tanto de menos como la de ser periodista. Y es que no hay acontecimiento social o informativo que no te recuerde que tú podías haberlo vivido en primera línea, con grabadora, libreta o cámara en mano. Una deja la profesión por intentar prosperar, por lograr estabilidad económica y laboral, pero sobre todo porque no es profesión para desmotivados ni para “viejos”. No es que me sienta “vieja” o desmotivada cuando opto por cambiar de actividad, pero sí tengo ya la certeza que el transcurrir de los hechos me llevarán, en algún momento, a ese punto en el que estar en primera línea de fuego no suple trabajar por un sueldo irrisorio fines de semana y festivos, intentando no ver día tras día que el periodismo es un negocio en horas bajas.
Atrás dejo compañeros y amigos, pero también una pasión, la de narrar cosas para los demás, un vacío que tendré que mitigar escribiendo en foros o blogs como éste. Y lo hago por agarrarme a un tren que dejé pasar hace una década y que ha vuelto para pararse en mi puerta y recordarme que enseñar es otra manera de contar cosas. He cambiado a políticos, concejales, alcaldes, representantes, asesores y demás fauna social... por niñ@s de entre 6 y 12 años, los cuales me demuestran cada día que lo que hacía antes sólo era un juego de infantes.
El país va como va por la educación que les damos a nuestros hijos, futuros políticos de una sociedad que se resquebraja hoy como una hojarasca y donde los valores sólo se intuyen; una sociedad donde la educación se da en un centro saturado y con unos maestros que carecen de las herramientas necesarias para trabajar según las reglas actuales. Los padres se han convertido en abuelos, plenos consentidores de los deseos de su prole, y los abuelos en unos padres con las pilas muy gastadas. Entre tanto, el/la maest@, sin autoridad legal para casi nada, debe enseñar y educar.
 El docente, además de ser el/la que transmite los conocimientos que los menores deben adquirir, es padre/madre de sus alumnos durante el horario lectivo, psicólog@, amig@, especialista en los distintos trastornos evolutivos y de maduración, detector de maltratos y un sinfín de cosas más que, por no aburrir, no relataré aquí. Y si todo eso fuera poco, el/la maestr@ tiene que responder ante la administración y los padres, cuya mayor preocupación son los resultados, sin importarles las circunstancias que a diario debe hacer frente el docente para, a veces, sólo educar.
Se ha avanzado mucho y en el aula se detectan más anomalías en el desarrollo físico, psíquico y mental que hace dos décadas, pero estamos a años luz de poder responder a las necesidades de una clase con 25 alumnos distintos, con necesidades educativas dispares y con una falta de autoridad por parte del docente que en los niveles de Secundaria incluso acojona. Debemos reflexionar todos, administración, docentes, padres, sociedad..., para lograr un cambio metodológico sino queremos criar entre todos a la tercera generación NINI.
Lo bueno de cambiar de profesión pasados los 30 es que sé a lo que me enfrento, no parto de esa utopía que un día me llevó a estudiar y trabajar en el periodismo pensando que los medios de comunicación son libres y que el lector, el oyente o el espectador realmente está siendo informado de la verdad con objetividad en todo momento. Espero saber enfrentarme en este nuevo reto que inicio al sistema educativo, a los padres y a los alumnos y hacer un buen trabajo, algo que en los apenas 20 días que llevo como maestra sé que nada tiene que ver con objetivos o contenidos conceptuales. Por desgracia, hay que partir de donde los padres lo dejan, un lugar cercano a lo que significa educación y distante del trabajo propio de la enseñanza.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Instantes antes

La vida te puede cambiar en un instante y es en los momentos previos, conscientes o inconscientes, cuando todo es posible. Hoy estoy en uno de esos momentos, quizás mañana también, porque cada día tiene ese instante, ese momento en el que nuestra vida puede dar un giro. Y éste puede ser para bien o para emprender una lucha, ya que, sea cual sea el motivo por el que nuestra vida cambie, siempre conllevará una lucha, siempre, incluso cuando conseguimos el mayor de nuestros anhelos, incluso entonces hay que luchar para mantenerlo.

Hoy escribo esto por que, pase lo que pase en ese instante que espero, quiero poder releer estas letras y saber que estoy preparada para afrontar cualquier cosa que me depare mi destino. Es emoción, nervios, miedo e ilusión lo que embarga mi corazón, pero sobre todo optimismo, porque sólo con este sentir se puede asumir el paso de este instante a otro de lucha.
Me preparo para lo peor y espero lo mejor. Es esa ilusión la que mantiene viva el alma y por la que somos capaces de seguir caminado a pesar de todo lo que nos sucede.
Momentos antes de ese instante en el que sabemos que todo puede cambiar, la calma es la mejor de las consejeras. Gracias a ella podemos ver más allá de lo malo, incluso de lo bueno, que nos traiga ese instante.
Y ese instante puede ser tan vulgar como una llamada de teléfono, una consulta al médico o tan corriente como cruzar una calle sin mirar. La vida es una carrera de fondo y no siempre tenemos el avituallamiento apropiado, por eso sólo dependemos de nosotros y de nuestra capacidad para ver de lo bueno lo mejor y de lo malo el futuro, siempre prometedor.

Así ando yo hoy, esperando ese instante que me vuelva la vida del revés, y lo espero para sacar de las costuras de mi vida dada la vuelta lo mejor. Hay instantes que llegan sin esperar y otros que se hacen de rogar, de ambos espero que haya en mi vida, señal de que la vivo con emoción e intensidad. Pido fuerzas para emprender cualquier lucha. Y ahora, respiro hondo y preparo mi cuerpo, mi mente y mi corazón para encajar ese instante con la mejor de las sonrisas. Ahora, sólo puedo hacer eso. Luego, luchar.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Cosas del desamor

La línea que separa el amor del desamor es tan delgada como la que a veces divide la vida de la muerte. Quizás por eso nos sentimos vivos cuando amamos y muertos cuando Cupido nos deja tirados en la cuneta. Hay miles de libros escritos gracias al desamor, igual que telenovelas y culebrones, y es que cuando alguien al que amas te dice que ya no siente lo mismo que al principio, que la relación no es posible por una u otra cuestión y que te desea lo mejor en el futuro porque te lo mereces se convierte en uno de los mejores argumentos para rellenar páginas de libros de autoayuda y minutos de televisión o cine.

Y todo porque cuando el ser amado se pone frente a ti y te cuenta su visión de la relación es como si en ese instante alguien te arrancara el corazón de un mordisco y lo arrojara a una hoguera, una en la que se queman, además, los cientos de recuerdos que en ese momento llegan a tu mente intentando encontrar el por qué, la explicación que resuelva la ecuación que se te ha impuesto y de la que ni siquiera encuentras la equis a despejar. El problema es que esa operación no tiene solución, al menos no la que en un principio quieres hallar, pero de eso te das cuenta meses después.

Hasta que llega ese día, se pasa por distintas fases: incredulidad, negación, alegría desmesurada, odio y, finalmente, aceptación. Hay que pasar por todas y cada una de ellas para superar esta crisis, aunque hay quien desarrolla alguna más. El caso es que sólo cuando aceptas que no has tenido la culpa de ese desamor, que no es un fracaso que añadir a tu vida y que veces las cosas terminan sin que se sepa muy bien el por qué puedes avanzar y mirar al futuro. Al fin y al cabo es en él donde tienes que pasar el resto de tu vida.

Para ir en busca de ese futuro, siempre prometedor, sólo hay que andar y no perder un segundo en mirar atrás, fijarte como meta la propia felicidad, la cual está, gracias a Dios, en muchos más lugares que en el corazón de una sola persona. Búscala y disfrútala. Del desamor se sale, como de una gripe de invierno, sólo hay que tomar los medicamentos adecuados para curarse por completo y prepararse para la primavera, que cada año llega inexorablemente.

La medicación no es otra que una dosis de paciencia, calma y sosiego para aguantar la llegada del cambio de estación, mezclada con otra de optimismo, ilusión y esperanza para vislumbrar mejor el futuro, porque cualquier cosa llega a ser mejor que continuar al lado de alguien que no te quiere ni te respeta. Para endulzar esta píldora contra el desamor los amigos son el mejor azúcar, así que abusa de ellos lo que quieras porque no engordan.

Sobre el dicho de agarrarse a un clavo ardiendo, olvídalo, no sirve de nada, y de aquel de que una mancha de mora con otra se borra asegurarte desde aquí que sólo alivia, pero no cura. Contra la flaqueza, el desánimo y la desesperanza que te invadirán a diario sólo te tienes a ti mism@ y a la firmeza con la que creas en tu futuro. Vive y no te dejes matar por alguien que no te merece.

P.D. Para los que un día sintieron que su corazón se partía en dos.

martes, 24 de agosto de 2010

La diferencia entre parcela y chalet

Para mi un bolso nunca será un Gucci ni unos vaqueros unos Levi's. Esto es algo que recordé hace unos días gracias a la visita que unos amigos hicieron a la parcela de mis padres. Ellos se empeñaban en llamarla chalet y yo parcela. Y es que tras cada ladrillo, baldosa, maceta, mueble, pared, reja, jardín, piscina, barbacoa o seto que tiene la mencionada parcela están mis padres, trabajando de sol a sol en sus días de descanso para convertir un terreno baldío en una segunda residencia. Mi padre es un manitas, un hombre del renacimiento, todo lo sabe y encima, lo sabe bien. Mi madre, impasible al tiempo y a la desesperanza, es lealtad, ánimo y sacrificio personificado.

Por otro lado, todos sus ahorros están ahí, en ese terreno, al igual que sus vacaciones, sus sueños y sus esperanzas, por esta razón pregunto ¿cómo puede ser un chalet algo que ha costado tanto sudor y sacrificio? Los chalet son de aquellos que se encaprichan de un terreno y pagan porque les hagan una casa con piscina o de aquellos que directamente se van al Brillante y adquieren una segunda residencia. No sudan, no trabajan, no se sacrifican, no fabrican su sueño, mis padres sí.

Recordé entonces lo que me cuesta llamar a algunas cosas por su nombre, aunque lo merezcan, y me detuve a reflexionar el por qué. La respuesta está en la educación. La mía, ésa que me lleva a ser en ocasiones demasiado humilde (cosa que no es del todo buena), se la debo a mis padres, a los que, por otro lado, les debo la mayor de las admiraciones. Creo que no podría lograr lo mismo que ellos, porque, entre otras cosas, no tengo la entereza para perseguir un sueño durante 30 años. Eso sí, gracias a ellos hoy sé lo que cuestan las cosas, y que unos Levi's soló son unos vaqueros y que un Gucci es sólo un bolso con una etiqueta.

Todo en esta vida tiene un precio. El coste puede ser económico, que es medida que utilizan muchos para todas y cada una de sus cosas, o sacrificio y esfuerzo, que es la que usan otros. Para algunos, lo de trabajarse un sueño supone un precio demasiado alto. Para otros, como mis padres, es ley de vida: "Si quieres algo en la vida y no puedes comprarlo con dinero, vas a tener que ponerle ingenio y sudar para conseguirlo". Y eso es lo que han hecho mis padres desde que yo tengo uso de razón, sudar y sacrificarse por una idea, un sueño. La pena es que a veces, desde fuera, pienso que lo disfrutan menos de lo que deberían una vez que está "casi" conseguido.

Y digo "casi" porque hay cosas que parecen no tener fin. Entre otros motivos porque llega un momento en el que te acostumbras a perseguir tu sueño y crees que perderá interés cuando no te quede nada por lograr. A mis padres les ocurre esto, por eso nunca terminan de ponerle la guinda al pastel, vamos a la parcela, aunque siendo justos tendría que decir chalet. Quizás nunca sale de mi boca esta palabra para nombrar la segunda residencia de mis padres porque de ellos tampoco sale. Mi madre en alguna ocasión la ha llamado "Villa Berrinches", pero nunca chalet, quizás ellos también pequen de humildes.

El caso es que puede parecer que llamando parcela a la parcela de mis padres le quito importancia, que ellos mismos se la quitan, pero en realidad es todo lo contrario. Si te pones a pensarlo durante un segundo te das cuenta que muchos tienen un chalet maravilloso a golpe de talonario, pero pocos poseen una parcela que parece un chalet, sobre todo si el coste son 30 años de entrega.

Dicen que las cosas se valoran cuando ha costado conseguirlas, creo que 30 años es tiempo suficiente para afirmar que es cierto. Sé que esa parcela significa mucho para mis padres, pero también para mi hermano y para mi, porque gracias a ella, hemos aprendido, crecido como personas. Grandes momentos de nuestra infancia, adolescencia y juventud los hemos vivido allí; espero que también de nuestra madurez y vejez. Ojalá la historia de "Villa Berrinches" y de los tatarabuelos Rafa y Rosa se cuente a la luz de la chimenea algún día.

martes, 22 de junio de 2010

Voy de boda

(Pincha el vídeo de youtube y después comienza a leer)

En lo que va de año he ido a cuatro bodas, sí a cuatro. Estamos en crisis y la gente parece que no lo nota, y se casa, se casa y se vuelve a casar. Sólo me libré de vestirme de domingo como cuando los ricos iban a misa a mostrar su poderío en enero, por aquello de la cuesta, y en febrero, porque creo que sólo tenía 28 días. El resto, todos los meses una boda. He de decir que a mi me gusta una boda más que al tonto un lápiz y que voy encantada, sobre todo, si es de un familiar.

No hay nada más divertido que juntar a cuñados, suegros y consuegros en una misma habitación. Casi siempre se arma la de dios, como en las cenas de Navidad. Pero a veces no hace falta que sea la familia quien la lía, otras es un amigo pasado de copas que recuerda los ligues del novio o la novia micrófono en mano, eso lo he vivido yo. La novi@ corre desconsolad@ al baño, mientras que el resto de amig@s solter@s y ex novi@s del susodich@ ven una oportunidad para cazar de nuevo al macho/hembra en cuestión. Al final vence el amor, o la cuenta del restaurante, del piso o del viaje que aún hay que pagar. Pero esto es una historia que otro días les contaré: Cómo el dinero vence hoy día al amor.


El caso es que al final alguien siempre da la nota. Lo normal es que la den los novios, ya sea porque la novia se ha puesto el vestido más feo del escaparate o porque el novio le ha dado por hacer un
striptease. Normalmente el novio hace el ridículo y termina ofendiendo a alguien. Pero son estas cosas las que más nos gustan de las bodas y en las que nos fijamos todos, o ¿no?

¿Qué hacemos cuando llega una novia al altar?, mirarla de arriba abajo, ponerle nota y compararla con nosotras y con el resto de bodas cercanas que hemos tenido; después situarla en un ranking. Posteriormente, criticarla hasta morir. Esto lo hacemos ya en la intimidad del hogar, con el marido, la madre o la mejor amiga, porque el día de la boda lo único que se escucha siempre es: "Guapísima, estás estupenda".

¡Mentirosa!, si el día que fue al campo en chándal iba mejor y lo sabes, si la peluquera le ha puesto un tupé que no la hace más alta sino más ochentera, si el vestido no le disimula los kilos sólo los sujeta y si el maquillaje parece hecho por Joker, ¿para qué le dices que está guapísima, para que lo repita el día de su aniversario?, no mujer, no. Yo cuando algo no me gusta prefiero callarme, sé que en estos casos quedo como la sosa del grupo, pero es que no me sale mentir tan descaradamente. (Esto lo personalizo en las mujeres porque hay que reconocer, feminismos a parte, que sólo lo hacemos nosotras, o no?)

Esto es como cuando dicen que todos los bebés son guapos; no, todos nos son guapos, es mentira también. Los hay monos, pero, la mayoría, el día que nace son feos, a los que podemos querer muchísimo sin son sobrinos e hijos de amigos, pero no son guapos, jolín! Pues nada. "Ayyyyy, que guapísimo es, ha salido a su padre", y el padre sentado en el sillón con 30 kilos de más, con ojeras, y barba de cuatro días. En este caso yo digo que son graciosos.

La gente celebra una boda por muchas razones, algunos para pagarse el viaje de novios, otros para demostrar lo mucho que se quieren y el resto por el que dirán. Que dirá tu abuela, que dirá tu padre, que dirá tu suegra o que dirá la vecina si no te casas. Y luego la muletilla de "y por lo civil te vas a casar, con lo soso y frío que es eso, ¡será más bonita una Iglesia!"... Y yo me pongo a pensar... y me pregunto ¿desde cuándo un recinto con un muerto y con una mujer llorando lágrimas de sangre es bonito?, quita, quita, qué yuyu. ¿Es un día de fiesta, de alegría, de amor y tienes que prometer amor eterno ante un crucificado? No entiendo dónde está lo bonito, pero bueno, supongo que los que dicen eso quieren decir en realidad otra cosa, con la que tampoco comulgo, pero eso es otra historia.

En unas horas hago tres años de casada. Teniendo en cuenta todo lo anterior, ya se imaginarán que me casé por lo civil y que pocas criticonas me pudieron poner por debajo del segundo puesto del famoso ranking, poniéndose ellas en el primero, claro. Déjenme esta licencia, que ya me criticarán ustedes en su casa. Me casé por amor, por demostrar lo que quería a una persona y por decir abiertamente que me unía a ella frente a todo y por el resto de mis días. Son tres años y se me han pasado volados, la verdad, supongo que es señal de que la cosa va bien.



Lo que más recuerdo de una boda, de la mía también, es el baile de los novios. Algunos ensayan y deleitan al personal con un tango, un vals, unas sevillanas, pero la mayoría prefiere una melodía lenta, una canción que les diga algo y que resuma con siete notas magistralmente colocadas en el pentagrama su historia de amor. Nosotros elegimos 'I don't wanna miss a thing' de Aerosmith, una canción que a pesar de estar en inglés y no entender ni papa me puso la piel de gallina el primer día que la escuché, después leí la letra en español y recordé que la música es el único lenguaje que no hace falta traducir para saber realmente que trasmite. Letra y música encajaban perfectamente para cantar lo que ambos sentíamos y ponerle así banda sonora a nuestra vida juntos. Y así lo hicimos. Eso sí, los casi cinco minutos que dura se nos hicieron eternos en la pista de baile. Todo el mundo mirándonos, qué corte, algunos lloraban y otros criticaban seguro, pero nadie se animó a salir a la pista para acompañarlos, y eso que a los tres minutos lo pedíamos encarecidamente; pues nada, que nos tuvimos que dedicar a bersarnos y rebesarnos.

Después de tres años, como les digo, aún me emociona ver a unos novios bailando, me hace recordar mi baile, ese momento único que vives después de meses de tensión y preparativos, y que da muestras sin lugar a dudas de cómo van a vivir los recién casados su matrimonio. Nosotros, aún seguimos besándonos.


Te quiero, amor. Y aún mantengo mis votos, esos en los que te dije que "las palabras se quedan cortas para expresar cuánto te quiero y para agradecerte todo lo que cada día haces por mí. Hemos vivido tantas cosas juntos y tantas que quedan por llegar, que se me nubla el sentido imaginando lo feliz que voy a ser contigo el resto de mis días, por eso hoy sólo quiero gritarle al mundo lo maravilloso que es despertar a tu lado cada mañana y encontrar en tu sonrisa mi vida.

Me enamoré de ti por tu noble corazón, por tu sentido de ver la vida, porque eres cariñoso, un fiel compañero, mi mejor amigo, mi amante, y porque sin duda supe siempre que tú eras el padre de mis hijos.

Me enamoré de ti porque no podía ser de otra manera, porque no entiendo la vida, mi vida sin ti. Te necesito porque te quiero y te querré cada segundo, cada minuto, cada hora de cada día, de cada mes y de cada año que viva. Te quiero, y hoy me entrego a ti para ser tu compañera, tu amiga, tu amante, tu esposa y la madre de tus hijos".

Sólo espero que tú mantengas aún los tuyos, los cuales se me grabaron a fuego aquel 23 de junio de 2007. En ellos me dijiste que "expresar un sentimiento con palabras es como tratar de esconder un tonel tras una escoba, la mayor parte se queda fuera. Para mi amarte es como un torbellino que me recorre de pies a cabeza, me hace un nudo en el estómago y termina torciendo mi cara para darte una sonrisa, es un loco que me empuja a hacer cualquier cosa por ti, es un enorme pájaro que me presta sus alas cuando estás a mi lado, y sobre todo es paz. No se como pagaré mi deuda con la suerte que te trajo a mi lado, quizás sólo pueda estar agradecido eternamente. Te quiero, y hoy me entrego a ti para ser tu compañero, tu amigo, tu amante, tu marido y el padre de tus hijos". Gracias, amor.

Feliz aniversario!!







jueves, 17 de junio de 2010

A mi barrio, voy en bus

Mi padre siempre me contaba de pequeña lo fabuloso que era ir en bus. Yo lo escuchaba atenta pero nunca entendí el por qué. Cuando fui creciendo me dí cuenta que mi padre es un hombre al que le gusta poco conducir; de hecho mi madre me ha ido relatando con los años varios percances que tuvo en su juventud por quedarse dormido al volante. Mi padre se duerme, como se suele decir, en el pincho una pita. Con este historial es normal que asegure que lo mejor es ir en bus. No en tren ni en avión, en autobús, quizás porque, además de todo lo anterior, se ha pasado trabajando toda su vida, y cuando digo toda es toda, en Alsina Graells. Vamos, la catalana para que me entiendan.

El caso es que mi padre no hablaba sólo de las largas distancias a la hora de elegir el bus, él se refería también al transporte urbano, al ecológico, al colectivo, al que va de barrio a barrio con un horario, vamos al que dice María Ángeles Luna, concejala de Comercio y Transporte, que hace Aucorsa. A ése. Hoy lo he descubierto y es maravilloso. Y lo he descubierto no porque no lo use, que lo hago a diario, ya digo que yo a mi barrio voy y vengo en bus. Lo he descubierto porque me he dejado el mp3 en casa y me he dedicado a observar lo que sucedía a mi alrededor para matar el tiempo. El trayecto del centro a mi barrio, en el distrito de Levante, es relativamente corto, pero suficiente para ver y escuchar de todo. Además las líneas que pasan por él son de lo más variopintas.

Con una de ellas atraviesas toda la ciudad, y por tanto varios barrios. Es la 6 y es la mejor de todas. Une Levante con el Polígono Guadalquivir, pasando, eso sí, por el centro. Así, te puedes encontrar a la señora o señor que van a trabajar de lo más humildes hasta los que aseguran que su barrio, el mismo que el de los otros, es parte del casco histórico y no se dejan ni una alhaja en la mesilla para ir a pasearse por el centro. En cuanto a la juventud… te encuentras desde los que parecen recién salidos de reformatorios hasta los que aspiran a ser pseudopijos. Pero lo bueno del bus es pararse a escuchar las conversaciones ajenas, ya sé que está muy feo, pero es lo mejor.

¿Quién no se ha enterado alguna vez yendo en autobús a casa de lo que le pasó a la Mari del 5º la pasada noche cuando llegó a su piso o lo que le comentó fulanito que le había dicho menganito después de pelearse con tanguito por un comentario que le dijo la suegra de su yerno? Que si te bajas a medias, te da hasta coraje, o ¿no? Las reconciliaciones y las peleas por teléfono son de mis preferidas. El que las mantiene se olvida de que está rodeado de gente y arremete o achucha al que está al otro lado sin contemplaciones. Qué bonito es el amor, sobre todo, como dice un amigo, cuando se hace, aunque sea en el bus y por teléfono. Eso sí, lo peor es ver cómo discuten dos señoras con más años que un nudo por saber quién es la que tiene mejor educación; si las dos están gritándose… ¡ninguna, señoras, ninguna!

Y es que te paras a escuchar y te enteras hasta de lo que no pasa, porque la gente es así. Pasa por una obra, por ejemplo, y, sin saber de nada, relata al que está al lado lo que se va hacer, lo que no, lo que se podía haber hecho y lo que hubiera hecho él. Todo eso cargando contra quien lo hace, claro, que nunca se abre la boca para contarle al desconocido que tiene al lado algo bueno, que para eso se habla del tiempo y listo. El que escucha le suele dar la razón, aunque sea como a los locos. Así que se baja más contento que unas castañuelas, pensando que si su mujer no le da la razón es porque es una mala pécora, porque fuera de su casa todo el mundo le entiende, jolín!

Ya les dije en una ocasión que estaba muy ocupada dando las noticias locales, eso me hace estar diariamente informada de lo que pasa, pues bien, no pasa un día sin que en el autobús me entere de una cosa nueva. Y me pregunto, ¿y esto por qué no lo cuentan los protagonistas en esas ruedas de prensa que dan a veces a bombo y platillo? Porque es mentira. Desde luego, hay ocasiones en las que me gustaría meterme en la conversación y poner algo cordura en algunas cosas que escucho, pero luego pienso para qué, si me lo estoy pasando bomba. (Nota mental: dejar el mp3 en casa todos los días).

Sin ir más lejos, hoy, camino de Ollerías pasamos por la nueva glorieta de La Fuensantilla, ya saben que se ha hecho con fondos FEIL, que no son otros que los dados por el Estado para unos proyectos concretos y fomentar el empleo. Bueno, pues un señor empeñado en convencer a otro de que no servía para nada, que era más fea que Picio y que con ese dinero se podía haber hecho un aparcamiento en la zona, que hay mucha necesidad en el barrio. ¡Pero si es una glorieta partida!, ¿dónde se va hacer un aparcamiento, alma de cántaro?

Pero bueno la mejor historia del día es la que protagoniza un señor con unos 60 años encima y muchos más kilos. Está jubilado casi con total seguridad, esto es algo que intuyo, claro, y se sube ya relatando y criticando no sé muy bien el qué. El caso es que nada más subirse arremete contra el conductor porque no pone el aire acondicionado. Es verdad que hace calor, es junio y son las tres de la tarde, pero también es cierto que el conductor nada más preguntarle le pide disculpas y le informa que está estropeado. Pero él sigue insistiendo y relatando desde el final del bus y, como se queda sin argumentos y la gente le mira, no tiene otra cosa que decirle a su amigo que aguantaba el chaparrón: “Este tío trabaja en Aucorsa y, como es una empresa municipal, es rojo fijo”. Y sigue su argumentación asegurando que como es rojo es verde, vamos ecologista, y que como es ecologista no pone el aire porque no le da la gana, para fastidiar, y ahorrar cuatro duros que luego se gastan “ellos” en irse a Cuba de turismo sexual. Ahí queda eso.

Su amigo, que ya no sabe donde meterse, le dice que no hable más tonterías, pero él continúa... "Paco, que no tengo nada en contra, pero que "esos" no son de los míos (de su forma de pensar, vamos), que son todos unos sin vergüenzas". Y una y otra vez de vuelta la cabra al monte. El autobús va completamente en silencio, a pesar de que es hora punta. Incluso los que suben se quedan callados esperando a ver cómo acababa la cosa.

Después de diez minutos insufribles, una señora que lo tiene enfrente no puede aguantar más y le dice: “Mire, que calor tenemos todos y hartos de trabajar también venimos, así que tenga mi abanico y cállese la boca, que si no comiera tanto no tendría tanto sofoco. ¡Leche con el tío, la tarde que está dando!”. El señor en cuestión se queda callado un instante. A mi me da por soltar un carcajada y los que van delante empiezan a chiflar y aplaudir. Creo que incluso el conductor no puede remediarlo y se ríe.

Con el bochorno, el señor dice algo para sus adentros y su amigo termina por recriminarle: “Ves, Antonio, si es que vas ofendiendo, y encima tu cuñado trabaja en Aucorsa”. Ahí es cuando tuve que cruzar las piernas para no mearme encima. Increíble. En la siguiente parada el señor se baja, nunca sabré si esa era la suya, pero espero que sí porque calor para ir andando hacía un rato. Lo que sí sé es que yo a mi barrio voy en bus.

miércoles, 16 de junio de 2010

Cuaderno de a bordo II

Dom Sep 03, 2006 1:42 am

Ya son las 08.00. Y llevamos exactamente dos meses soportando una angustia de la que sólo somos conscientes cuando alguien recuerda a bordo lo perdidos que podemos estar; y eso que hemos encontrado hace unos días un mapa y unas cuantas notas del capitán. Es difícil creer que aún estemos vivos, pero lo estamos, aunque no todos, eso sí. Muchos han muerto ya y la conciencia, a veces, nos hace sentir a los que quedamos como bastardos desahuciados. Sabemos lo que podemos perder si finalmente se cumple esa profecía que nos martillea cada minuto la cabeza; ese miedo, es el que nos cala hasta el tuétano y nos deja inmóviles, con una media sonrisa de postal con la que intentamos no pensar en el error que un día cometimos. Jamás debimos subirnos a un barco capitaneado por un loco, pero lo hicimos. Y ahora, navegamos a la deriva.

La tripulación me señala con el dedo. Ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas, también sé que he errado. Lo hice, y aún no entiendo el por qué arrastre conmigo al resto de mis compañeros.

Son las 17.00 y el sol nos codena un día más, quizás por eso ya no veo nada claro, quizás nunca lo estuvo. Me deje llevar, como el resto, por sensaciones que duran apenas unos segundos en la cabeza y en el corazón, pero que permanecen impregnados en nuestras almas eternamente si no se saben controlar. Pequé de inocente y ahora pago en silencio mi condena, puesto que nadie quiere escuchar las plegarias que rezo por nuestros espíritus. El capitán delira y, con él, el barco fantasma en el que nos hemos convertido.

Hoy parecía ser un día especial, el capitán volvió a sonreír esta noche y yo con él. Pero no ha sido así. Esto me ha perturbado durante unas horas y no he comido. Jamás se debe tener en cuenta a un loco, sobre todo si por su culpa el resto está comiendo carne de su propia carne. Sin embargo, esbocé una sonrisa cuando le he visto en sus cabales, en esos con los que nos ha llevado al desastre. Quizás me esté volviendo loco o quizás sea un sueño del pasado, un delirio. No debe ser bueno para la cordura morir despierto día tras día. Esta hora corta se está haciendo ya demasiado larga.

(Continuará...)


martes, 15 de junio de 2010

A veces paseo por mi barrio

A veces paseo por mi barrio. Es raro, la verdad, porque estoy muy ocupada dando las noticias locales en una cadena de televisión local, bueno, más que local es municipal, con todo lo que eso supone. Mi barrio está en el distrito de Levante, es obrero y trabajador, como yo, por lo que me siento muy cómoda paseando por sus calles, sus plazas y sus zonas verdes, aunque sean escasas.

Hoy volvía de trabajar y me ha dado por caminar y observar lo que pasaba a mi alrededor. Me he dado cuenta que en mi barrio todavía hay gente que se saluda por la calle, que compra en una plaza de abastos y que charla con el que le pilla al lado o enfrente mientras espera la cola del pan, que no del paro, que también, aunque en la oficina de mi barrio no se está para muchas conversaciones. La cola se hace desde fuera, cerca a la casa de acogida municipal y eso acojona.

En mi barrio, y esto lo he vivido, te acercas a una tienda de ultramarinos, que por lo visto existen todavía, y la dependienta te atiende sin perder detalle de la receta que toca cocinar hoy en España Directo y sin perderle el hilo al bocata que ella misma se ha hecho hace un rato, con los restos del pan que no vendió esta mañana y con el choped que corta a diario para sus clientes. Eso sí que es bonito. Y es que la señora domina sus apenas 8 metros cuadrados de tienda como un ciego su bastón, a pesar de los, creo, miles de artículos distintos que puede dispensar.

Tras comprar el avío para hacerme una hamburguesa esta noche... sí, ya lo sé, los avíos son normalmente para hacer un cocido, pero que quieren que les diga, mi barrio es el castizo, el de toda la vida, yo vivo de precongelados y platos fáciles y rápidos de hacer. Ya les conté lo de la cadena municipal, ¿no? Bueno, a lo que iba. Tras salir del ultramarinos me ha dado por ver el nivel del sector textil de mi barrio. Hay dos calles prácticamente enteras para esta actividad. Son las de Jesús Recatado y La Viñulea. Sí, La Viñuela, es un centro comercial abierto al que vienen las señoras del centro venidas a menos. Sí, a comprar en Paqui Díaz, de las pocas empresarias cordobesas que ponen nombre a su tienda y tienen éxito. Véase si no Juana Martín. ¿Alguien ha visto alguna vez a una clienta dentro de su céntrico establecimiento?

El sector textil está muy bien en mi barrio. Calidad y buen precio. Además, por si quedaba alguna duda en este sentido varios empresarios chinos se han establecido en la zona montando varias tiendas de Lalisa y Monika. Que también las hay en el centro, eh! Éstas sí que 'petan' (¿se dice así?). En ellas te puedes encontrar de todo, para todos y a un precio que a veces hace desconfiar...¿me durará dos lavados?, pero oye, que al final se lo llevan. Así va el país. Y todo es por aparentar y porque en tiempos de crisis es lo que se impone. La gente, de mi barrio y la de los demás, prefiere seguir pensando que sigue teniendo la opción de comprarse las cosas dobles o triples. Nadie quiere tener un traje de Juana Martín en el armario si puede tener siete de Lalisa, y quien dice un traje, unos zapatos, una caja de herramientas o unos yogures, que también hay que comer.

En mi barrio hay una avenida muy famosa. Creo que es la única, aunque soy relativamente nueva en él y quizás se me escape alguna otra. La que yo digo es la de Barcelona y en ella se celebran desde siempre los triunfos del equipo catalán. Lo último ha sido la liga. Y me pregunto yo, ¿por qué razón alguien coge su coche, se traslada hasta este barrio -al que un amigo alquilado en el centro llama suburbio- y da tres vueltas a la susodicha avenida tocando el claxón? Con lo lejos que queda Barcelona y esos jugadores, ¡si no se van a enterar allí! Pero cómo le gusta al proletariado hacer ruido. Porque estoy segura que los del Brillante no bajan hasta aquí para tocar el pito, sólo a comprarle a la Paqui, que tiene unas cosas muy monas... distintas, y además apañas de precio.

Pero bueno, en mi barrio se vive divinamente, está muy bien comunicado con el centro de la ciudad, que al final es lo que parece que importa. Nosotros vamos al centro a pasear para aparentar y los del centro vienen al nuestro para vivir. Pero esto es cosa de la crisis, que esto antes no era así.

lunes, 14 de junio de 2010

Cuaderno de a bordo I

Sab Ago 26, 2006 1:13 am

Son las 01.30. Nos hemos adentrado en el solitario mar de una noche cerrada y oscura, donde la calma y el silencio son fieles compañeros. Hemos buscado el refugio de algún barco amigo para esta noche, pero nadie ha contestado a nuestras plegarias. Quizás sea demasiado tarde para encontrar un navío cercano, incluso una balsa neumática en la que huir de un velero que se hunde. Caminamos hacia la madrugada sin rumbo, con el horizonte como solo testigo de nuestro destino. Y a lo lejos, muy pegado a la línea del alba, creemos ver lo que finalmente sólo es un espejismo, un destello semejante al de un faro cuando toca la costa. Al menos nos ha dado tiempo para pedir un deseo.

Continuamos solos, navegando entre una aparente calma chicha, con la única certeza de estar perdidos otra noche. Son las 03.45. La intuición y el olfato de un buen lobo de mar nos valen como consejeros de un viaje del que ya estamos arrepentidos de haber emprendido. Faltan víveres y agua. La locura por el rugir de las tripas comienza hacer mella en los hombres. Hace cinco días que no queda nada en las alacenas. Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, pero apenas quedan ya tripulantes que confíen en el capitán. Incluso yo comienzo a dudar cuando en apenas una noche divisa tierra una decena de veces.

Por fin comienza a amanecer hoy. Son las 06.01. El solo respiro que da ver la luz del sol hondear en las velas nos ayuda a creer que el final de la travesía puede estar cerca. A veces se desea morir. Un pensamiento que en las escasas esquinas de este barco parece murmurarse cada vez con más fuerza. ¿Por dónde saltarías al mar? ¿Por la proa, por la popa? También hay que saber morir. A ninguno de los hombres les gustaría revivir la historia de Smith, quizás por eso aún no ha saltado nadie. Es tarde, me necesitan en cubierta. Quizás este día sea más amable que las noches y días anteriores y nos mate con la algarabía que da el silencio en su ausencia. A ninguno nos gustaría morir en paz. Queremos sentir la muerte al menos y creer que luchamos para evitarla, aunque otro día más mi deseo será en balde. Hoy, tampoco nos ha llegado la hora.
(Continuará...)

domingo, 13 de junio de 2010

Cuando en la vida también hay muerte

Es difícil pensar en la muerte viendo la imagen de la izquierda, la tranquilidad y el sosiego se respira en cada pixel, en cada detalle... aunque, pensándolo mejor, quizás sea lo más fácil del mundo; sobre todo para aquellos que piensan que hay un mañana mejor tras el último aliento. Yo no soy de esas personas, pero es cierto que a veces he soñado con mi entierro y he sentido paz al final de ese túnel que dicen que cruzamos al morir. No sé si es un sueño o una pesadilla, la verdad, porque en el fondo y de una forma extraña, como digo, me reconforta lo que experimento.

No recuerdo si cuando soñé mi trágico final estaba pasando una mala racha, si intentaba superar un problema o si simplemente me sentía sola. Lo cierto es que me ha pasado en varias ocasiones y aún intento entender el por qué. Dicen que hay sueños que son premonitorios... os lo narro para que, como aseguran también, no se cumpla.

Mi final siempre es trágico y de leyenda. Muero joven, con éxito profesional y dejando atrás a una familia dolida, muy dolida, a la que le cuesta superar el trance. Hasta aquí puede ser lo normal, salvo por lo del éxito laboral, que en tiempos de crisis está complicado (quizás no muera tan joven entonces). Pero sí en eso de que todos los padres lloran a sus hijos, y los hermanos, y casi todos los esposos también lamentan la muerte de su mujer, de su compañera, de su amante (hasta que aparece otra). Pero cuando me ocurre vivo cada instante, cada detalle, e incluso me despierto con lágrimas en las mejillas. Es duro ver tu propio entierro, sobre todo cuando te sientes tan querida... y tan joven.

Y los detalles llegan hasta la más minúscula de las cosas... el color de las flores, el coche fúnebre, el ataúd, la esquela, el vestuario, los cotilleos, cómo se entera la gente que no está a mi alrededor en es ese fatídico momento... todo se describe pormenorizadamente. Se convierte en algo tan real que me despierto apenada y con unas ganas de vivir lo que me quede... impresionantes. Carpe diem quam minimum credula postero (Aprovecha el día, no confíes en mañana) es, desde entonces, mi mejor consejo para todos los que quiero.

Lo curioso del sueño es que dedico a cada uno de mis seres queridos, de mis amigos y de mis "enemigos" un espacio en ese funeral. Y no sólo vivo sus lágrimas, también camino con ellos unos días para ver cómo les afecta mi falta. Descubro a quienes les importo de verdad y a los que sólo estuvieron por el que dirán. Vivo penas en mi hacia su llanto, que en vida no supe distinguir, y tras resucitar vuelvo con más ganas que nunca de compartir con esas personas mi vida.

No soy religiosa, soy donantes de órganos. No me gustan los velatorios en salas frías y quiero que me incineren. Este es mi testamento vital.

Cuando la tragedia parece llegar a su máximo exponente en mi sueño y las lágrimas, imagino, se derraman por mis mejillas dormidas, es cuando mi sueño se transforma y vivo un entierro distinto. En él mi familia y amigos me recuerdan con una sonrisa en la boca, con vídeos y fotos de experiencias vividas con ellos y con anécdotas sobre mi niñez, mi adolescencia y mi forma de ser.

Manifiestan lo mucho que me echarán de menos para seguir disfrutando del futuro y de las cosas buenas que tiene la vida. A mi marido lo veo apenado, muy apenado, pero rehaciendo su vida tras vivir unos años duros. La mujer en cuestión no está a mi altura, claro, pero le ayuda a superar mi marcha repentina. Sin embargo, siempre descubro la urna con mis cenizas al fondo del salón de casa sostenida por mi madre, que cabizbaja y pensativa, me recuerda como la pequeña que acunaba entre sus brazos... no hay nada más incondicional que el amor de una madre. Te quiero mamá.

Siempre que alguien se marcha deja un vacío en todos los corazones que le quisieron y siempre tendrá un recuerdo de quién le quiso cuando la vida le sonría, porque le gustaría compartirlo con quién se fue, pero también cuando la vida se tuerza, porque echará en falta el alivio que supone una mano amiga.

En el fondo todos queremos que la gente a la que amamos no viva nuestro entierro de una forma trágica y dolorosa, quisiéramos que brindaran y bailaran en nuestra tumba, pero también es cierto que todos esperamos que nos echen de menos, señal de que significamos algo.

Amigos, si muero joven y de forma trágica, ya sabéis... comprar alguna bebida espirituosa, poner radiolé, echarme un poquito de menos, aunque sólo sea por mis silencios. Ahhh!!! y recordar lo que un día os conté, vaya ser que se cumpla también.

Amigos...Carpe diem quam minimum credula postero. Salud.

sábado, 12 de junio de 2010

Algunos apuntes sobre la vida

La vida. ¿Qué es, qué significa, qué supone? Dicen que es un milagro, por lo que tenemos que vivir cada día intensamente, como si fuera el último. Esto supone que nos volvamos locos intentado hacer de ella algo importante, trascendental, que nos convirtamos en ambiciosos y que no sepamos conformarnos con lo que nos toca. Aunque ahora con la crisis es otra historia, claro. Y es que la vida es maravillosa para algunos y una condena para otros. Sólo hay que mirar en los suburbios de cualquier ciudad para darse cuenta que hay que saber vivir al igual que hay que saber morir.

Dicen que el que no arriesga no gana y el que no gana no prospera, no supera sus miedos ni cumple sus sueños. Pero, ¿cuáles son los sueños que se pueden tener hoy día?, ¿a qué podemos aspirar sin volvernos locos?, ¿qué podemos alcanzar sin morir en el intento o sin dejarnos la piel o la dignidad en ello?. Ahora yo me conformo con no estar en paro.

Cumplimos años sin apenas darnos cuenta, y cuando lo hacemos creemos que hemos perdido el tiempo, que no lo hemos aprovechado del todo. Es como cuando vas de viaje y regresas, al ver las fotos siempre te queda la sensación de que podías haber exprimido aún más los días o las noches, o simplemente que podías haberte traído un souvenirs más o haber fotografiado tal o cual monumento.

Dicen que hay una edad para cada cosa, pero ¿quién marca eso?, ¿qué se supone que debo hacer a los 20, a los 30 o a los 50?. Intentamos encasillarlo todo, y es que todos tenemos, aunque lo neguemos, prejuicios. No está bien tener un novio de 20 si tienes 50, al igual que tampoco está bonito usar minifalda pasada una edad, por muy de moda que esté. Para los hombres es distinto, ellos si pueden tener una amante 30 años más joven y vestirse como playboys al divorciarse. Pero esto es otro tema.

En la vida, que es de lo que hablaba, hay a veces que el miedo te deja paralizada, no te deja pensar y casi siempre hace que recules. Si tienes miedo al fracaso, a equivocarte, ¿cómo luchas contra eso?, cuando al mismo tiempo también tienes miedo de no aprovechar las oportunidades que te brinda la vida. Durante toda mi existencia he procurado no tener que arrepentirme de no haber hecho algo, todo en lo que he creído o he deseado lo he llevado a cabo. He errado, pero he vivido.

Los libros de historia no los escriben los cobardes, eso dicen al menos. No es que quiera pasar a la historia, claro, sólo quiero mirarme al espejo y ver reflejada a una luchadora que no tiene miedo al éxito y tampoco al fracaso. Y es que no hay peor temor que el que se le tiene a veces a lograr los sueños, porque cuando los alcanzas debes de mantenerlos, cumplir las expectativas y no defraudarte ni ti misma ni a los que te rodean. Qué duro es el éxito... y quién lo pillara,no? jajaja.

Los cambios acojonan siempre porque nunca sabes si son para bien o para mal, y si encima los tienes que afrontar porque los has provocado tú, la cosa se empeora. Me gustaría leer esto en un futuro y alegrarme por lo vivido, como hasta ahora.

viernes, 11 de junio de 2010

¿Por qué un diario? y ¿por qué en un blog?

De pequeña me gustaba rellenar de letras cualquier papel en blanco que caía en mis manos, era feliz con un simple folio y un lápiz, porque con estas herramientas cualquier mundo imaginario se hacía realidad. Reconozco que he leído poco, muy poco para lo que se espera, pero lo cierto es que siempre encontré en mis letras la mejor de las lecturas. No era gran literatura, por supuesto, ni grandes historias las que me aventuraba a narrar, simplemente eran mías y me llenaban. Tanto escribirlas como releerlas. Tras el lápiz, cogí el bolígrafo, y más tarde incluso me atreví con la pluma. Tenía mucho más glamour, dónde iba a parar. Escribía y escribía sin cesar, de todo y de nada, de mis fantasías y de mis sueños, de mis realidades y de mis anhelos. Mis diarios se almacenaban en las estanterías de mi cuarto hasta que en plena adolescencia llegó la era de las nuevas tecnologías. Había que dejar atrás el papel y coger el ordenador. Fue ahí cuando escribir perdió su encanto, al menos el hacerlo de forma asidua, y dejé de rellenar cuadernos con mis pensamientos. Mucho más tarde me convertí en periodista y escribir se convirtió en una obligación.

Ahora, con algún año de más para escribir diarios, me he decidido a retomar este placer personal y he creado este blog. En él intentaré narrar, siempre que pueda, lo que de pequeña me hacía feliz, que no era otra cosa que describir y narrar mi mundo interior, aunque en aquellos años sólo yo los volvía a releer. Ahora abro mi corazón, mis fantasías, mis recuerdos, mis sueños a vosotros para a que compartáis esta aventura que seguro será enriquecedora. No nada mejor que soltar lastre para seguir adelante, ni compartir felicidades para que éstas se multipliquen.

Espero que, como yo, disfrutéis.

Un saludo,

Lucía Zarza