domingo, 17 de octubre de 2010

Cuando dejé de ser periodista

Hay pocas vocaciones que se echen tanto de menos como la de ser periodista. Y es que no hay acontecimiento social o informativo que no te recuerde que tú podías haberlo vivido en primera línea, con grabadora, libreta o cámara en mano. Una deja la profesión por intentar prosperar, por lograr estabilidad económica y laboral, pero sobre todo porque no es profesión para desmotivados ni para “viejos”. No es que me sienta “vieja” o desmotivada cuando opto por cambiar de actividad, pero sí tengo ya la certeza que el transcurrir de los hechos me llevarán, en algún momento, a ese punto en el que estar en primera línea de fuego no suple trabajar por un sueldo irrisorio fines de semana y festivos, intentando no ver día tras día que el periodismo es un negocio en horas bajas.
Atrás dejo compañeros y amigos, pero también una pasión, la de narrar cosas para los demás, un vacío que tendré que mitigar escribiendo en foros o blogs como éste. Y lo hago por agarrarme a un tren que dejé pasar hace una década y que ha vuelto para pararse en mi puerta y recordarme que enseñar es otra manera de contar cosas. He cambiado a políticos, concejales, alcaldes, representantes, asesores y demás fauna social... por niñ@s de entre 6 y 12 años, los cuales me demuestran cada día que lo que hacía antes sólo era un juego de infantes.
El país va como va por la educación que les damos a nuestros hijos, futuros políticos de una sociedad que se resquebraja hoy como una hojarasca y donde los valores sólo se intuyen; una sociedad donde la educación se da en un centro saturado y con unos maestros que carecen de las herramientas necesarias para trabajar según las reglas actuales. Los padres se han convertido en abuelos, plenos consentidores de los deseos de su prole, y los abuelos en unos padres con las pilas muy gastadas. Entre tanto, el/la maest@, sin autoridad legal para casi nada, debe enseñar y educar.
 El docente, además de ser el/la que transmite los conocimientos que los menores deben adquirir, es padre/madre de sus alumnos durante el horario lectivo, psicólog@, amig@, especialista en los distintos trastornos evolutivos y de maduración, detector de maltratos y un sinfín de cosas más que, por no aburrir, no relataré aquí. Y si todo eso fuera poco, el/la maestr@ tiene que responder ante la administración y los padres, cuya mayor preocupación son los resultados, sin importarles las circunstancias que a diario debe hacer frente el docente para, a veces, sólo educar.
Se ha avanzado mucho y en el aula se detectan más anomalías en el desarrollo físico, psíquico y mental que hace dos décadas, pero estamos a años luz de poder responder a las necesidades de una clase con 25 alumnos distintos, con necesidades educativas dispares y con una falta de autoridad por parte del docente que en los niveles de Secundaria incluso acojona. Debemos reflexionar todos, administración, docentes, padres, sociedad..., para lograr un cambio metodológico sino queremos criar entre todos a la tercera generación NINI.
Lo bueno de cambiar de profesión pasados los 30 es que sé a lo que me enfrento, no parto de esa utopía que un día me llevó a estudiar y trabajar en el periodismo pensando que los medios de comunicación son libres y que el lector, el oyente o el espectador realmente está siendo informado de la verdad con objetividad en todo momento. Espero saber enfrentarme en este nuevo reto que inicio al sistema educativo, a los padres y a los alumnos y hacer un buen trabajo, algo que en los apenas 20 días que llevo como maestra sé que nada tiene que ver con objetivos o contenidos conceptuales. Por desgracia, hay que partir de donde los padres lo dejan, un lugar cercano a lo que significa educación y distante del trabajo propio de la enseñanza.

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión... Cuando he leído el título de la entrada, se me ha encongido el corazón porque un periodista creo que nunca podrá dejar de serlo, aunque no ejerza como tal, porque tú siempre mirarás la realidad que te rodea y acontecimientos que sucedan desde otro prisma diferente al resto de los mortales. Y, después de leer lo escrito, me he aliviado porque Lucía ahora serás maestra de profesión pero periodista de corazón!
    un beso

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