domingo, 13 de junio de 2010

Cuando en la vida también hay muerte

Es difícil pensar en la muerte viendo la imagen de la izquierda, la tranquilidad y el sosiego se respira en cada pixel, en cada detalle... aunque, pensándolo mejor, quizás sea lo más fácil del mundo; sobre todo para aquellos que piensan que hay un mañana mejor tras el último aliento. Yo no soy de esas personas, pero es cierto que a veces he soñado con mi entierro y he sentido paz al final de ese túnel que dicen que cruzamos al morir. No sé si es un sueño o una pesadilla, la verdad, porque en el fondo y de una forma extraña, como digo, me reconforta lo que experimento.

No recuerdo si cuando soñé mi trágico final estaba pasando una mala racha, si intentaba superar un problema o si simplemente me sentía sola. Lo cierto es que me ha pasado en varias ocasiones y aún intento entender el por qué. Dicen que hay sueños que son premonitorios... os lo narro para que, como aseguran también, no se cumpla.

Mi final siempre es trágico y de leyenda. Muero joven, con éxito profesional y dejando atrás a una familia dolida, muy dolida, a la que le cuesta superar el trance. Hasta aquí puede ser lo normal, salvo por lo del éxito laboral, que en tiempos de crisis está complicado (quizás no muera tan joven entonces). Pero sí en eso de que todos los padres lloran a sus hijos, y los hermanos, y casi todos los esposos también lamentan la muerte de su mujer, de su compañera, de su amante (hasta que aparece otra). Pero cuando me ocurre vivo cada instante, cada detalle, e incluso me despierto con lágrimas en las mejillas. Es duro ver tu propio entierro, sobre todo cuando te sientes tan querida... y tan joven.

Y los detalles llegan hasta la más minúscula de las cosas... el color de las flores, el coche fúnebre, el ataúd, la esquela, el vestuario, los cotilleos, cómo se entera la gente que no está a mi alrededor en es ese fatídico momento... todo se describe pormenorizadamente. Se convierte en algo tan real que me despierto apenada y con unas ganas de vivir lo que me quede... impresionantes. Carpe diem quam minimum credula postero (Aprovecha el día, no confíes en mañana) es, desde entonces, mi mejor consejo para todos los que quiero.

Lo curioso del sueño es que dedico a cada uno de mis seres queridos, de mis amigos y de mis "enemigos" un espacio en ese funeral. Y no sólo vivo sus lágrimas, también camino con ellos unos días para ver cómo les afecta mi falta. Descubro a quienes les importo de verdad y a los que sólo estuvieron por el que dirán. Vivo penas en mi hacia su llanto, que en vida no supe distinguir, y tras resucitar vuelvo con más ganas que nunca de compartir con esas personas mi vida.

No soy religiosa, soy donantes de órganos. No me gustan los velatorios en salas frías y quiero que me incineren. Este es mi testamento vital.

Cuando la tragedia parece llegar a su máximo exponente en mi sueño y las lágrimas, imagino, se derraman por mis mejillas dormidas, es cuando mi sueño se transforma y vivo un entierro distinto. En él mi familia y amigos me recuerdan con una sonrisa en la boca, con vídeos y fotos de experiencias vividas con ellos y con anécdotas sobre mi niñez, mi adolescencia y mi forma de ser.

Manifiestan lo mucho que me echarán de menos para seguir disfrutando del futuro y de las cosas buenas que tiene la vida. A mi marido lo veo apenado, muy apenado, pero rehaciendo su vida tras vivir unos años duros. La mujer en cuestión no está a mi altura, claro, pero le ayuda a superar mi marcha repentina. Sin embargo, siempre descubro la urna con mis cenizas al fondo del salón de casa sostenida por mi madre, que cabizbaja y pensativa, me recuerda como la pequeña que acunaba entre sus brazos... no hay nada más incondicional que el amor de una madre. Te quiero mamá.

Siempre que alguien se marcha deja un vacío en todos los corazones que le quisieron y siempre tendrá un recuerdo de quién le quiso cuando la vida le sonría, porque le gustaría compartirlo con quién se fue, pero también cuando la vida se tuerza, porque echará en falta el alivio que supone una mano amiga.

En el fondo todos queremos que la gente a la que amamos no viva nuestro entierro de una forma trágica y dolorosa, quisiéramos que brindaran y bailaran en nuestra tumba, pero también es cierto que todos esperamos que nos echen de menos, señal de que significamos algo.

Amigos, si muero joven y de forma trágica, ya sabéis... comprar alguna bebida espirituosa, poner radiolé, echarme un poquito de menos, aunque sólo sea por mis silencios. Ahhh!!! y recordar lo que un día os conté, vaya ser que se cumpla también.

Amigos...Carpe diem quam minimum credula postero. Salud.

7 comentarios:

  1. La foto que ilustra el texto es de Santiago Molina, un artista novel pero con un futuro prometedor... ese es otro de mis sueños, que no cuento para que se cumpla, claro.

    ResponderEliminar
  2. ayy madre miaa!! yo no puedo leer estas cosas!! se me ha puesto la piel de gallina!! ...y es que no me puedo imaginar la vida sin ti...si te he criado "en mis pechos"!!!!...avísame cuando escribas cuentos..o poesía...que ésto es muy duro para mi..."tontalaba"!!

    ResponderEliminar
  3. creo que es terrorífico y maravilloso el sentimiento que has despertado en mi...
    Me ayudas a reflexionar ya a vivir con cada una de tus palabras.
    Yo también soy de la filosofía de vivir el momento, y siempre ha sido así, aunque a veces ese modo de vida le haya hecho daño a quienes quiero. No voy a dejar que vivan por mí, ni que mueran por mí, obviamente.

    Creo que en todos está ese sentimiento, morboso, de saber que pasará si muero, me echarían de menos?, he hecho yo algo en la vida para que me recuerden? son tantas las preguntas y tan pocas las respuestas...
    En fin, tomaré una copita a tu salud hoy( y eso que soy abstemia...jajaj) por una vida larga y próspera...pero sobre todo feliz...

    malvasia

    ResponderEliminar
  4. he puesto faltas de ortografia....pero chica es que la lágrimas no me dejan ver el teclado...que quieres que te diga...

    ResponderEliminar
  5. Marta es duro, lo sé, pero a veces me gusta escribir de este tipo de cosas, porque hay que detenerse y pensar que esto un día se acaba y que tenemos que ser felices, o intentarlo. Así que niñas, cuándo quedamos para ir a la playa un fin de semana todos???? Id proponiendo fechas para ajustarnos... y si no, al campo mismo.

    Laura, las faltas de ortografía en estos casos ni se ven.

    ResponderEliminar
  6. Yo nunca he soñado con el día de mi muerte, pero pensarlo si que lo he pensado muchas veces, aunque no en ese día en realidad, sino con el futuro sin mi, más bien, la vida sin mí, más que muerte, no haber nacido, que me parece bastante mejor y si que pienso como de diferente habría sido la vida de mis padres y mi hermano, por ser los más afectados, o si hubieran tenido una hija distinta, si serían más felices.Porque más infelices no cre, no puedes añorar lo que no has conocido, o no sé, es que tengo una crisis chunga de migraña.

    ResponderEliminar
  7. Hija mía, cuando te pones trágica, remueves a uno por dentro. Que sepas que estado a punto de ir a despertarte, pero temo las consecuencias. Un beso de esos...

    ResponderEliminar