lunes, 9 de mayo de 2016

Esperando a Hugo

La espera más dulce. Más tierna. La más larga. La única.

Espero a Hugo como la quinceañera que espera al chico guapo de clase, al que invitó a su fiesta de cumpleaños rendida de amor. Y se pasa toda la fiesta mirando hacia la puerta por si aparece de una vez. Ha habido momentos en los que la esperanza de que llegara se esfumaba con cada portazo. La noche ha sido larga, demasiada, tanto como para perder la esperanza. Pero el destino es caprichoso y juega a su antojo. Así, que a eso del final de la velada, cuando la joven había dejado de mirar a la puerta en cada timbrazo, le llega una noticia que lo cambia todo.

Le anuncian que sí, que Hugo vendrá, que de hecho está de camino. Y como para esa quinceañera, cada portazo en falso dado en el camino hasta ese momento me vale la pena, porque solo queda que la puerta se abra por última vez y sea él. Hugo. Que aparezca por fin y de un plumazo cambie el horizonte de mi vida sin él tan siquiera saberlo. Como el chico guapo, que nunca será consciente del amor que esa chica le profesa en cada mirada, en cada gesto, en cada palabra, en cada silencio. Y es que como ese primer amor, sólo está éste. Incondicional, infatigable, perpetuo.


La impaciencia de ver convertido en realidad un sueño se hace palpable en el corazón de la quinceañera, en el mío, y resulta complicado gestionar ya las emociones. La ilusión, el miedo, el amor, la inquietud se entremezclan en un polvorín en el que cada minuto cuenta para ver nacer un sentimiento nuevo.

El final de la velada está muy cerca y la dulce, tierna y larga espera  habrá merecido sin duda la pena.

Estoy tan agradecida a la vida por darme esta oportunidad, que no tengo palabras para expresar lo que siento en estos momentos. Llevo un año en el que la existencia de mi ser en este mundo parece haber sido tocada con una varita mágica y la vida me está regalando tantos sueños cumplidos juntos que a veces el miedo a despertar me paraliza.  

Me imagino que a la quinceañera le ocurre lo mismo en su fiesta ahora mismo, que a todos nos pasa algo parecido cuando estamos a punto de rozar nuestro sueño con los dedos, creo que lo llaman miedo al éxito, no sé; sólo sé que en esta recta final la ilusión, el amor y las ganas de abrazar a Hugo le ganan la partida al resto de sentimientos que he acumulado a lo largo de estos nueve meses.

No cabe el miedo, no cabe un despertar, este sueño es real. No cabe nada en mi corazón que no sea amor eterno, incondicional e infatigable hacia una personita que está por llegar, que lo ha estado desde hace tanto tiempo que ahora, que es una realidad en proceso tangible, sólo merece ser recibido con la mejor de mis sonrisas y con un corazón colmado de ilusiones y felicidad.

Ya solo queda abrazarte, que nuestra piel se toque por fuera y vivamos juntos una vida de sueños cumplidos, sobre todo los tuyos, porque yo a la vida poco más puedo pedirle que tu felicidad.

Te quiero, Hugo.


PD: Ven ya, ¿no? 

2 comentarios:

  1. Lucía, qué ilusión volver a leerte en tu blog y más aún con una entrada tan bonita como esta! Enhorabuena a los dos. Disfruta de tus sueños cumplidos!
    Un besito

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